lunes, 8 de febrero de 2010

Lo frágil de la locura.


La sangre inquietaba en mis venas, y aquel verano al norte partí, para olvidarme de mi rutina y sentirme liberado al fin.

Ver la tierra bañada de sol, respirar aire de las alturas, llenar el cuenco de mis ojos con lo más frágil de la locura. Pero también la realidad mostró otro reflejo en ella, cuando me habló un hermano, el que también me llevó la huella.

Ya que vas a escribir, dijo, cuenta de mi pueblo. Pobreza y dolor sólo trajo el progreso, la cultura de la traición y los indios en los museos.

Me invitó a mascar de su hierba, y a morder de la pura verdad. Me preguntó de qué se ocupaban allá, en la capital. Y yo sólo tuve palabras para definir la injusticia, y que sólo respiraban el fruto de la propia codicia.

Al fin ví la tierra bañada de sol, respiré aire de las alturas y llené el cuenco de mis ojos, con lo más frágil de la locura.

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